martes, 25 de octubre de 2016

El amante que florece

Con la luz cálida sobre tu espalda
inicia la melodía.
Pausa. Respiras.
Tus manos se deslizan, ligeras, 
mientras las puntas de los dedos, 
en tempo de adagio, van repartiendo sutiles caricias.

Uno, dos, tres,
tus codos se impulsan, te impulsan,
arriba, arriba, arriba,
y despegas emprendiendo el vuelo.
Tu cuerpo acompasado
despliega un exquisito vaivén que hipnotiza.

Y ahí estoy yo, embelesada, dejándome llevar.
En un instante descubro mis manos
que ahora recorren mi cara, mi cuello, mi pecho.
Son mis manos,
pero es la música la que toca mi piel.

Tu cabeza: adelante, atrás, 
y tú sonrisa se ilumina
mientras tus ojos se cierran 
invitándome a perderme contigo en el placer absoluto 
de esa caricia que embriaga los sentidos.

Tu cuerpo, ahora inmerso en una vorágine,
parece perderse en una espiral que asciende
y te suspende sin miedo a caer.
Y, entretanto, yo te sigo, te acompaño
y me siento liberada volando contigo.

Y, tras una bocanada de aire,
tus ágiles manos, ahora veloces,
nos envuelven en un allegro.
El corazón se acelera,
gimes, jadeas, un acorde
y caes sobre el piano como un amante,
después del amor, entre sus sábanas negras.

No obstante, las almas en la sala quedan suspendidas en el éxtasis.

 (Inspirado en el maestro italiano Ezio Bosso)

"Lei pensa di toccare il pianoforte, ma invece no. Lei ha il dono di toccare un istrumento piu complesso, lei tocca le anime." María A. Zurita S.

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