miércoles, 5 de enero de 2011

Bajo el edredón de plumas

Cubierta mi piel bajo esta suave capa
no tienen escapatoria mi voz, mis sueños,
ni mis recuerdos de ti, ni mis ganas,
así como la temperatura que mi cuerpo emana.

Aun resguarda tu aroma
como una cápsula de tiempo
en la que puedo viajar súbitamente
a nuestra última primavera.

Entre sus pliegues, con facilidad,
se pierden cuanto ha pasado por él.
Es como un pulpo con largos tentáculos
entre los cuales se perdieron tu piel y mi piel.

A veces me sumerjo bajo su extensión
y me enajeno en la búsqueda infinita
de tus besos, tus caricias,
de tu alma y de tu voz.

Bajo el edredón me desvanezco
entre los brazos de Morfeo
esperando el instante
en que me revele a sus encantos

y salga libre de sus manos,
como lo logró Ícaro del laberinto,
con unas hermosas alas de plumas
y salga a tu encuentro volando.

domingo, 2 de enero de 2011

Gracias...

Por el día claro que me diste.
Por el tiempo, siempre perfecto.
Por sus pasitos cortos,
por sus pasos acompasados.
Por el brillo de sus ojos,
por el brillo de los míos.
Por sus manos en mis manos.
Por dejarnos estar en tu regazo.

Gracias...

Por su voz,
por poder contar con tantos.
Por sus bendiciones,
por sus abrazos.
Por tu bendición,
porque ahora guías nuestros pasos.

Gracias...

Por las sorpresas.
Por la familia.
Por las amistades.
Por darles suficiente vida
y por traer nuevas vidas a nuestro lado.
Por el pan,
por el vino.
Por la alegría y los aplausos.

Gracias...

Por traerlo a mi vida,
por llevarme a sus brazos,
por curar las heridas,
por unirnos bajo un mismo lazo.
Por los que nos dieron el gusto de su compañía.
Por el cielo despejado,
por las estrellas brillando.

Gracias, en fin, por estar a mi lado.

sábado, 1 de enero de 2011

Pensar o no pensar...

No sé qué pensar.
Si estoy obrando bien,
si estoy obrando mal,
si lo debo llamar intuición
o si es sólo desconfianza
que quiero camuflajear.

No sé que pensar.
A veces no sé ni cómo actuar.
Si voltear para otro lado,
si dejarlo pasar.

Me angustia pensar
que deba obligarme
a que me deje de importar
y seguir la vida,
por tierra o por mar,
aunque eso abra un abismo
que luego no pueda saltar.

Tal vez sólo deba
dejar de pensar.